SEMANA PEDAGÓGICA EN LA PRENSA. ONTINYENT 1934.

La materialización y visibilización del proyecto republicano en la ciudad de Ontinyent durante la República en paz se concretará con la semana pedagógica, apuesta decidida por la formación permanente del magisterio. El titular del Sol, del 23 de septiembre de 1934, con una clara intención sensacionalista, indica que en este curso de perfeccionamiento asistían “maestros de toda la nación”, centrado en el ideal de “de escuela moderna”.

Los maestros que participaron en esta semana pedagógica ejercían en la comarca y compartieron espacios y momentos de formación con inspectores de primera enseñanza. Puede ser que con el uso del término “escuela moderna” no se estaba haciendo referencia a las propuestas educativas de Ferrer y Guardia sino a una manera de explicar las nuevas concepciones educativas que el Gobierno de la República pretendía instaurar, para conseguir una escuela moderna frente a la escuela tradicional.

Será en esta semana pedagógica donde se pondrá de manifiesto el uso de la lengua materna en la escuela. Tres personas comprometidas ideológicamente con la cultura valenciana y su promoción confluyen en el uso del valenciano en la escuela. Por un lado Nicolau Primitiu y Juan José Senent Ibáñez con propuestas de renovación pedagógica y el uso del valenciano en la escuela. La tercera persona a quien estamos haciendo referencia es el alcalde Francisco Montés Tormo el cual se implicará políticamente con la defensa del estatuto junto con Juan José Senent Ibáñez. Desde la memoria técnica de Ramona Garcia de los Ríos de 1909 no se ha explicitado en ningún momento el uso de la lengua valenciana en la escuela en Ontinyent. En ese momento Ramona García de los Ríos lo plantea como una dificultad hasta el punto que sin aportar ninguna propuesta pedagógica opta por el uso del valenciano en su práctica docente. Será durante la semana pedagógica, cuando se aborda el uso del valenciano en la escuela dentro de un foro destinado a la formación de los maestros con una clara intención de incluir no solo la enseñanza del valenciano y en valenciano sino también de promover la cultura valenciana.

La presencia de “Misiones Pedagógicas” en la ciudad de Ontinyent es un elemento más para argumentar la vigencia del espíritu republicano en una sociedad que presentaba un elevado número de c iudadanios i ciudadanas analfabetos.

Las bibliotecas escolares también formarán parte de las instituciones complementarias en la escuela con una clara intencionalidad de divulgar extender el libro, tal como apunta el decreto 7 de agosto de 1931, el cual apoyará económico al Patronato de las Misiones Pedagógicas, destinando 100.000 pesetas para la creación de bibliotecas escolares.

El decreto con que se creó el “Patronato de Misiones Pedagógicas”, fue una de las primeras disposiciones que, como se ha dicho, el gobierno provisional de la II República, emitió con una evidente intención de divulgación cultural. En su exposición de motivos deja claro que tenía por objetivo hacer llegar el progreso y la cultura en los pueblos que difícilmente podían acceder a ella, especialmente en las zonas rurales. En su primer artículo dedicado a la creación del “Patronato de Misiones Pedagógicas”, deja claro que pretendía difundir “la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, cono especial atención a los intereses espirituales de la población rural.”

En el caso de la ciudad de Ontinyent y durante la semana pedagógica también hicieron acto de presencia Misiones Pedagógicas porque el vecindario en general participara de su actividad. Con un bando, en valenciano, se difundió la actuación de la “Misión Pedagógica de Madrid [sic]. ” Con anterioridad, el Patronato de Misiones Pedagógicas hizo acto de presencia con la creación de una Biblioteca Popular. Desde 1932 la corporación municipal ponía de manifiesto la creación de dos bibliotecas populares ubicadas en la Pla de San Domingo y de otra en La Glorieta. Los esfuerzos para construir las dos bibliotecas, no dio los resultados esperados por el elevado coste económico que tenía el proyecto, reduciéndose en una sola biblioteca en la Glorieta dotada con unos 80 libros.

Se trata pues de un proyecto educativo, escolar y cultural que habría que recuperar. Tanto en la memoria escolar ontinyentina en cada una de las actuales “semanas pedagógicas” las cuales parece no hay ninguno referencia a la primera celebrada en 1934, pero también en los espacios urbanos donde permaneció la biblioteca popular. La cosa estaría, pienso yo, en la instalación de algún elemento testimonial a su universitaria que recordará que aquello fue la sede de la semana pedagógica en 1934 y otro elemento testimonial a la Glorieta recordando que hubo una biblioteca popular.

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