ESPACIOS DE LA MEMORIA, ESPACIOS DE LA QUIETUD II

Con la entrada intitulada «Espacios de la memoria, espacios de la quietud» intentaba reivindicar y establecer, en la medida de las posibilidades, otro espacio de la memoria democrática ontinyentina. Recurrí a la memoria personal, aquella construida a partir de las experiencias vividas. Con el apoyo de las fuentes documentales históricas primarias y también con las aportaciones de las experiencias de vida como la de Elia Aparicio, pude corroborar que, a aquel espacio de la quietud, había republicanos y Brigadistas Internacionales enterrados, todos ellos muertos en el Hospital Militar Internacionales que los socialistas belgas crearon en Ontinyent.

Ha pasado poco más de un mes de aquella entrada y he tenido la oportunidad de recibir una nueva información que viene a corroborar aquello que yo dije, aportando más datos que no disponía. Será a partir de las crónicas periodísticas de la época, recuperadas cuarenta y cuatro años después, cuando podemos identificar como se procedió a liquidar por completo aquel espacio de la memoria.

Aquella crónica se publicó en el periódico «Levante», firmada por Ignacio Gironés y Jose Luis Torró los cuales me han facilitado el acceso a esta noticia. Fue Ignacio Gironés quién me envió un WhatsApp para decirme que existía esta crónica y que podía reforzar la entrada que publiqué. A continuación, pude contactar con José Luis Torró. Al explicarle cual era mi demanda no escatimó esfuerzos para facilitarme la mencionada crónica. Les doy las gracias a ellos dos por hacer accesible a  esta información que completa lo que yo sabía. Gracias.

Pues bien, aquella crónica periodística, con las correspondientes fotografías, hay que situarla en unos momentos históricos complicados y difíciles para la sociedad ontinyentina en particular y para el resto del estado español en general. El 8 de octubre de 1975 fue publicada esta crónica, la cual podríamos considerar de sensacionalista. El 20 de noviembre del mismo año moría el dictador.

La noticia no tendría que ser de muy buen grado para los dirigentes municipales, con un ayuntamiento todavía franquista, ostentando la alcaldía Roberto Belda. Los acontecimientos políticos iban sucediéndose de manera continua como fue la celebración del referéndum para la ley de Reforma Política en 1976. El año siguiente se celebran las primeras elecciones generales, las últimas se remontaban al año 1936. En 1978 se convocó el referéndum para la Constitución y el abril de 1979 se podía votar en las primeras elecciones democráticas municipales.

Mientras tanto y con todo este alboroto político, en Ontinyent, como dicen Guillem Llin y Josep Sanchis, “nunca pasa nada”, a pesar de producirse un incidente en la iglesia de San Carlos, con la homilía del vicario Jaime Pellicer. Eran momentos en que el cambio político no gustaba a todos y unos de los que allí estaban escuchando la mencionada homilía interpelaron al vicario diciendo que «esto se una homilía no uno mitin político». (Llin, Sanchis: 2008 ,p, 183). Esto fue cuatro días después de que se publicará la crónica con el titular «Restos humanos en dos vertederos de Onteniente» acompañado del siguiente subtítulo » Proceden de un solar donde estuvo lo anterior cementerio de la Ciudad. Allí se edificó la parroquia de San Rafael y parte del resto fue vendido».

Entre las reclamaciones de los acólitos del régimen que vendía agonizando y el titular del diario «Levante» las cosas no fueron nada fáciles para los responsables municipales. Según la crónica periodística, las autoridades municipales suspendieron las obras para la construcción de viviendas. El solar fue vendido por la parroquia de San Rafael para hacer frente a las deudas que había generado la construcción del nuevo templo.

Tal como se observa en una de las fotos de la crónica periodística, el terreno fue desmontado y las tierras sobrantes junto con los restos humanos, fueron a parar a la loma de la Ermita de Santa Ana y al barranco del Rey, cerca del antiguo Balneario de la Salud, que durante la guerra civil acogió al Colegio Nacional de Ciegos de Madrid y que en la actualidad se ha convertido en el Colegio Concertado La Pureza de Maria.

En la crónica periodística se dieron un conjunto de soluciones a la hora de resolver el problema, que pasaba porqué el ayuntamiento pudiera adquirir aquella parcela a cambio de otra que se tenía que ceder al constructor o que la Parroquia volviera a comprar el mismo solar. Así acababa la crónica: «De momento se abre uno compás de espera en la solución de este problema».

Ese «compás de espera» no se cuanto de tiempo duró, pero lo verdaderamente cierto es que en la actualidad hay un conjunto de viviendas construidas en aquel solar así como otros espacios con usos educativos y religiosos, sin ninguna mención a qué aquel fue un espacio de quietud.

Puede ser que todavía hoy podamos recordar a los hombres y mujeres que allí descansaron por siempre jamás y sobre todo a los que defendieron los valores democráticos de los cuales disfrutamos en la actualidad. Quizás esta sería una manera de reparar aquel hecho que la crónica de 1975 se atrevió a denunciar.

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