Esta semana pasada ha sido un poco convulsa en cuanto a la recuperación de la memoria democrática en la ciudad de Ontinyent. La última sesión de la Comisión para la Recuperación de la Memoria Democrática de Ontinyent ha generado una serie de declaraciones, notas de prensa, aclaraciones y al final parece que el el próximo lunes, los malentendidos, porque al final parece que sea todo un malentendido, estarán aclarados. Quizás la culpa sea del emisor o del receptor, pero el mensaje que se ha generado es el que es, la mencionada comisión tenía fecha de caducitat.
Si algo ha caracterizado esta Comisión es la de demostrar su madurez democrática desde los inicios. Sobre todo por la importancia que se ha dado a las personas, a las familias de los que sufrieron la represión. Se ha trabajado con mucha discreción, respeto y sobretodo para recuperar la dignidad de las persones. Desearía que este espíritu que ha definido las actuaciones de esta comisión debe permanecer, debe primar el diálogo, respeto y madurez democrática. Pero como he dicho, son las personas el centro de toda actuación.
Y ¿ Por qué digo todo esto? Lo digo porque este fin de semana, de nuevo he sido testigo de una iniciativa muy emotiva a la que desde mi humildad, he contribuido al hecho una mujer, visite la ciudad de Ontinyent para pisar los últimos palmos de tierra que sobre los que se sostuvo su hermano, antes de morir. Este fin de semana la ciudad de Ontinyent ha sido escenario, entre buey, cazuela, ofrenda y otros menesteres, de un hecho que habla de personas, de memoria, de la recuperación del pasado. Recuperación del pasado con un uso y un significado ligado a la dignidad humana, hacia un desaparecido que tenía un nombre y una tierra donde nació.
Carmen Vega Muñoz tiene 83 años, es natural de Jaén igual que su hermano José Vega Muñoz, que con 19 años murió en Ontinyent a consecuencia de las quemaduras que sufrió. Carmen nació en 1936, su hermano tenía 19 años cuando fue movilizado. No lo conoció. Con los ojos vidriosos por las lágrimas que empezaban a brotar, Carmen me explicaba que su hermano murió en Ontinyent, que su madre vino a visitarlo pero que no encontró el apoyo de nadie para permanecer junto a su hijo que agonizaba. José Vega Muñoz permaneció ingresado en el Hospital Militar Internacional de Ontinyent y murió el 20 de junio de 1939, con 19 años. En aquel momento el Hospital, gestionado por el ejército sublevado de Franco, cambió de nombre para llamarse Hospital de Prisioneros Jose Antonio. Ochenta años después la familia de José Vega Muñoz han decidido reencontrarse en Ontinyent, para mantener viva la memoria y recuerdo de su tio. Han venido familiares desde Barcelona para conocer lo que fué Hospital Militar Internacional, para ir a la Parroquia de San Rafael, antiguo cementerio donde estuvo enterrado su tio. También visitamos la explanada de Santa Ana, espacio donde fue a parar parte del desmontaje del terreno de la actual parroquia, junto con restos humanos.
A pesar de que Carmen no tuvo la oportunidad de conocer a su hermano sí que ha podido ejercer el derecho a recordar su memoria. Desde esta ventana que me ofrece internet querría compartir con todos y todas, esta memoria recuperada, la de un joven que murio y sus restos desaparecieron. Desgraciadamente sus familiares, venidos desde Barcelona y Jaén, no pueden depositar ni siquiera un ramo de flores allá donde fue enterrado. Lo digo porque esta Comisión para la Recuperación de la Memoria Democrática podría comenzar los trámites para que la parroquia de San Rafael, en lugar idóneo, cree un espacio de la memoria democrática a la ciudad de Ontinyent con una placa, escultura o el que se considere oportuno, recordando que aquel espacio, que ahora habitamos, fue un cementerio donde se enterró a vecinos de Ontinyent , brigadistas internacionales, niñas y niños refugiados, profesores del Colegio Nacional de Ciegos y también soldados de la república entre ellos Josep Serrat Andreu y Arsenio Aparicio Sánchez.